martes, 29 de abril de 2014

LA GRANDEZA


(Bert Hellinger)
Grande sólo es aquél que se siente igual a los otros, dado que lo más grande que tenemos es aquello que compartimos con todas las personas. Aquél que siente eso grande en su interior y lo reconoce, se sabe grande y al mismo tiempo se siente unido a todas las demás personas. Si lo reconoce en su interior, lo reconoce al mismo tiempo en todas las demás personas y se sabe y se siente igual a ellas. Por eso también puede admitir sin inhibiciones esa grandeza en sí mismo, ya que no lo eleva por encima de los otros, lo coloca a la par. De esa manera confirma a los demás la grandeza de ellos, y ellos le confirman la grandeza de él. Ama a los demás en su grandeza y es amado por los demás por la grandeza de él. Así, esa grandeza une a todas las personas con humildad y amor.

Aquél que se eleva por encima de otros, pierde la conexión con ellos. Se retira de ellos y ellos se retiran de él. Por esa razón ese envanecimiento conduce a la soledad. Y hace que se desconfíe. Aquél que se enaltece debe temer que los demás lo rechacen, que secretamente estén a la espera de que se precipite desde esas arrogantes alturas hasta volver a ser igual a ellos. Si, secretamente él mismo espera su caída, porque su alma no aguanta ese enaltecimiento a lo largo del tiempo. Finalmente comete errores que para los de afuera resultan incomprensibles pero que están en sintonía con su alma. La grandeza que se eleva por encima de los demás no la aguantamos durante mucho tiempo. Las otras personas tampoco la aguantan mucho tiempo.

Pero también aquél que se rebaja y se ubica por debajo de las demás personas pierde la conexión con ellas. Ellas perciben la exigencia en ese tipo de humildad y la negación de hacer lo que es adecuado para la grandeza humana.
La verdadera grandeza es exigente pero de una manera que hace bien. Porque así como reconoce a los otros, también pretende ese reconocimiento por parte de ellos. Esa exigencia beneficia a todos. Une allí donde la exigencia enaltecida o la exigencia que niega las grandes acciones separan.
Sin embargo, parte de la grandeza es también que en mí reconozca lo singular que me ha sido regalado, y que al mismo tiempo reconozca en cada una de las demás personas lo que es singular a ellas. Por ese motivo, lo singular también es algo que todas las personas tienen en común, y une en lugar de separar. Porque también lo singular está al servicio del todo. Por eso, incluso allí donde parece diferente, en el todo, esa singularidad es igual a cada una de las otras singularidades.