jueves, 25 de diciembre de 2014

INTEGRIDAD, CONTRADICCIÓN y DICHA (Ananda)

Sri Bhagaván -
A lo que tú llamas Paz, yo le llamo fin de las conclusiones, a lo que tú llamas silencio, yo le llamo fin de la tensión de la mente. Cuando la mente está llena de marcos, llena de estructuras, llena de conceptos y soluciones, experimentas tensión. La tensión es contradicción en tu vida. Contradicción es lo opuesto a Integridad. No es posible que entiendas completamente la integridad, así como tampoco es posible que comprendas realmente tu contradicción. Cuando estás inmerso, en la contradicción, tus sentidos están bloqueados, no puedes sentir y tu experiencia de la vida, así como la experiencia en tus relaciones es a través de “entender”. Cuando tratas de entender hay contradicción, hay conflicto. La vida es para ser experimentada, no para ser entendida. Entender al otro es como pelar una cebolla, al final de la última capa no encontrarás nada, experimentar al otro es relacionarte. Si no te relacionas no estás viviendo, estas sobreviviendo. Si pudieras Ver la enorme cantidad de conclusiones que hay en tu vida, podrías entonces experimentar la contradicción, podrías observar la raíz del dolor. Sin embargo, estás apegado a esas conclusiones, estás colocando mucha energía en “sostener” esos marcos, se está drenando mucha de tu energía en esas ideas, en esos conceptos que no son tuyos, los que nunca has experimentado. Decimos que tus sentidos están encadenados. Esto es un círculo vicioso. Con este constante drenaje tienes cada vez menos energía, no puedes sentir, si no puedes sentir, si tu percepción está bloqueada, entonces no puedes Ver realmente tus cargas, no experimentas el registro corporal de la carga, no experimentas tu dolor, entonces no puedes transformar el dolor en dicha.
Una chica llegó a mí con una intensa depresión y desánimo, su novio y algunos amigos se habían suicidado, ella experimentaba la misma tendencia. Casi sin energía, lo único que ella podía hacer era experimentar el parloteo interior de su mente y las ideas que la rondaban. Recibió una Diksha y pudo experimentar lo que estaba dentro de sí, pudo abrazar su dolor realmente y transformarlo. En sólo unos minutos su percepción había cambiado completamente, sus pensamientos depresivos ya no estaban allí, literalmente había regresado.
Ese es el poder de la integridad. No hay ningún problema con las ideas. Las ideas son energía pura, son la experiencia de Dios en el ser humano. Pero si te apegas a ellas, si no son “tus” ideas, si realmente no tienes energía para experimentarlas, si hay miedo detrás de esos conceptos, entonces sentirás contradicción.
Si no es una verdad experimentada por ti mismo, entonces es una mentira. Cuando estás viviendo en una mentira, no eres íntegro, la vida está cuesta arriba, estás tratando de saltar del trampolín del que “quieres” saltar y no del que realmente estás. Es una locura, pero realmente no estás donde realmente estás, estás “ausente”.
Así estás lleno de contradicción, tu vida es una constante elección, una contante toma de decisiones, no hay nada natural en ti, tu corazón está al mínimo, tu mente está al máximo, estas “planeando” tus relaciones.
Si estás en contradicción, te estarás perdiendo el fenómeno de la alegría incondicional, intentarás conectar pero no podrás realmente conectar, te sentirás un huérfano en este planeta.
El viaje hacia la integridad, es el viaje hacia la liberación de los sentidos, es el viaje al fin del esfuerzo, a la experiencia donde el flujo de vida es sublimado en ti, en un permanente e infinito Ananda (Dicha).
- Sri Bhagaván.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡NAVIDAD! Nadie queda excluido

(Homilía de Monseñor Jean de Saint Denis)
Evangelio: Lucas 2/1-14

Voy a hablar de este acontecimiento que llamamos Navidad, que contiene tantos misterios y alimento espiritual.
A los que festejan la Navidad con un banquete nocturno y con danzas, donde sobre todo no se piensa en Dios, les digo de antemano que hacen muy bien.
A los que ven en la fiesta de Navidad recuerdos de su infancia, regalos, reuniones de familia --más sentimentales que espirituales--, la visita al pesebre con los niños, quizás la misa de Nochebuena para oír música sin prestar atención al Misterio, les digo de antemano que hacen muy bien.
A los que desean ir más allá en el Misterio de Navidad, en la penetración del Absoluto, del Eterno en el tiempo, en el nuevo nacimiento, sin entrar en el contenido realmente espiritual del Misterio de JesuCristo, les digo de antemano: ciertamente, está muy bien.
Sí. Digo “muy bien” a estos diferentes tipos de hombres porque inconscientemente reconocen esta fiesta que no comprenden.
Todos los días, las Iglesias del mundo cantan en los Laudes: “Cielos, bendecid al Señor; que la tierra y las aguas bendigan al Señor; que los monstruos marinos bendigan al Señor; que el calor y el frío, la luz y las tinieblas bendigan al Señor”. ¡Nadie queda excluido de ninguna fiesta cristiana!
Una noche, al volver de la Misa de Pascua, encontré a un borracho. Me sentía transportado por la alegría de la Resurrección, mas él había entendido esta fiesta de otra manera, yendo de bar en bar. Eran cerca de las tres de la mañana, yo tenía frío, estaba cansado, y había un bar abierto. Entré, pues todavía tenía que caminar una hora para volver a casa. El patrón era gordo, tranquilo, miraba todo con ojos indiferentes, como los del buey en el pesebre, soportando a los clientes, aguantando a este borracho pobre o feliz, que bebía su enésimo vaso y decía en un francés macarrónico: “Soy feliz, ¡ah!, soy feliz, feliz, es Pascua”. Y se golpeaba el pecho. Y como no tenía nada para contar, agregaba: “Yo, prisionero (probablemente había sido prisionero durante la guerra), ¡Pascua!, ¡vino!, ¡Pascua!”. Luego caía, y el patrón lo miraba y decía: “¡Muy bien, duerme! Es Pascua”.
Cada uno según sus posibilidades
Cualquiera que sea el aspecto de la Navidad que ellos elijan, sea la comida que les provocará una descompostura de hígado, sea recuerdos, aspiraciones espirituales, cósmicas, cristianas o semi-cristianas, participan de este acontecimiento. Supera su inteligencia, pero participan de él según sus posibilidades. Si Navidad es un banquete, eso muestra que son más bien “pavos” de espíritu; si participan de la Navidad desde el punto de vista de “un sol naciente”, son amigos de la naturaleza, del aire, de los elementos. ¿Y por qué indignarse? Es hermoso que en la humanidad haya toda especie de hombres y que cada uno evolucione según sus posibilidades; felicito tanto a los “hombres-pavos” como a los que cantan la Gloria de Dios con los ángeles.
Los criterios
Ahora quiero presentarles algunos elementos que prepararán la significación de la Navidad.
La venida del Mesías no era prevista sólo por los profetas de Israel, sino por todo el universo, en la cultura greco-romana, la cultura persa, y hasta en la cultura china.
Los sumos sacerdotes de Jerusalén tenían criterios para reconocer en Jesús al verdadero Mesías. Sin embargo, la mayoría de ellos se apartaron de El. Se puede conocer intelectualmente la verdad y no adoptarla, y actuar contra ella. El motivo es siempre pasional. Los sumos sacerdotes han preferido su interés político al mensaje y al llamado de Dios. Y el Cristo vino, humilde.
El Mesías no vino para colocar a Israel por encima de los otros, sino para reunir a las naciones. Verdad que debemos considerar en la víspera de Navidad: verificar cuidadosamente, profundamente, el lugar exacto que ocupamos y que ocupan nuestras ideas, para que no les otorguemos demasiado valor, bajo pena de dormir tranquilamente cuando nazca el Mesías y de soslayar el Advenimiento, a pesar de la sabiduría, la iniciación o la inspiración.
No debemos ser ni más pequeños ni más grandes de lo que somos, y tener cuidado de no superar nuestros límites. Si no, el Cristo volverá o vendrá a nosotros, y nosotros dormiremos como los habitantes de Jerusalén.
Entre todos los criterios, escogí dos que nos abren un universo muy rico.
Nacerá de una virgen
La virginidad no es sólo corporal; griegos y rusos llaman a la virginidad “unidad de la sabiduría”, es decir pureza, unidad del ser humano interior. Se puede ser virgen corporalmente y ser muy impuro espiritual o psíquicamente. La virginidad es una pureza en que nada se desgarra, en que nuestro corazón es “uno” y, al mismo tiempo, no hay en esta unidad ninguna satisfacción de sí mismo, ella es una disponibilidad.
La Virgen María había superado en ella los dos abismos (como piensa Martín Lutero): el orgullo y la desobediencia. San Lucas lo dice en su Evangelio. El ángel Gabriel aparece y dice a María: “Tendrás un hijo”. María discute, no acepta todo enseguida, pregunta cómo tal cosa puede sucederle, porque ella no conoce varón. El ángel explica, y entonces María dice: “He aquí la servidora del Señor, hágase en mí según su palabra”. Si María no hubiera discutido con el ángel, si hubiera aceptado de prisa la misión tan extraordinaria de Madre de Dios, hubiera manifestado orgullo. La aceptación demasiado fácil -sin prudencia ni atención- de una misión, de una revelación, aún mucho más modesta que la de Madre de Dios, manifestaría que nuestra alma está ya hinchada de orgullo.
Pero al mismo tiempo María obedece a esta misión única e imposible testimoniando así su completa obediencia. Pues discutir largamente y persistir en no inclinarse ante una tarea que nos supera sería otra forma de desobediencia. En su integridad, María no manifiesta ni la facilidad orgullosa de aceptar esta misión inmensa, ni la duda y la falsa humildad desobediente de rechazarla. Estos dos abismos se abrían ante ella; los supera, y en ella la humanidad los supera. He aquí el espíritu de esta virgen absoluta, íntegra, plena, de la cual nacerá el Dios-Hombre.
Igualmente para nosotros. ¿Queremos que Dios renazca, crezca en nosotros? Tenemos que superar estos dos abismos. Si encontramos una facilidad demasiado grande al sentirnos “elegidos” o inteligentes, o si somos demasiado prudentes ante la fuerza divina; si estos dos estados no son dominados, no podremos recibir plenamente a Dios. Nos convertiremos en falsos cristos, seremos anticristos, o cualquier cosa salvo cristos.
Nacerá en Belén
El Cristo nació en Belén porque es la ciudad natal de David, este David que tiene unos antepasados no hebreos, este David que es el menor entre sus hermanos. Mas existe otro sentido. Nace en Belén y está registrado en Belén porque es de la sangre real de David, por José y por María, por el derecho y por la naturaleza. Además, Belén, en hebreo Beith-Lejem, significa “la Casa del Pan”. Por otra parte, Belén es la menor entre las ciudades de Judá. Allí quiso nacer el Cristo.
Nuestra vida espiritual tiene que inspirarse siempre de Belén, tener apariencias humildes y contenido de realeza. Al contrario, más nuestras apariencias son de realeza, y más miserable es nuestra alma. El verdadero camino espiritual es amar las realidades exteriormente humildes, elegir la ciudad menor sin renunciar a la realeza que nos da el Espíritu Santo. Una de las formas más humildes de la comunión con el Cristo es la Eucaristía: entramos en comunión con El bajo las formas humildes del pan y del vino. A menudo, ¡ni siquiera sentimos su presencia! Tantas veces un presbítero o un fiel en la comunión no hace más que gustar exteriormente el pan y el vino. Una apariencia o una manifestación brillantes son excepciones, pero el hombre interior, cuya mirada se hace más profunda, ve y entra en comunión real con el Rey de los reyes.
Es notable que los tres magos tenían la ciencia perfecta y reconocieron al Cristo, mientras que los sumos sacerdotes y escribas dormían tranquilamente, o imaginaban los quehaceres y las discusiones del día siguiente. Los magos, que habían emprendido una larga ruta, son tres sabios. Representan la sabiduría antigua de la humanidad, y poseen todas las informaciones sobre la venida divina, hasta una estrella para guiarlos, salvo un dato: el nombre del lugar de nacimiento de Jesús. Notadlo bien: son los sacerdotes, incapaces de reconocer al Mesías a pesar de su ciencia, los que les dieron el nombre: Belén.
A menudo nosotros, cristianos, hemos recibido la Verdad y no la cumplimos. Descansamos seguros, mientras que los no cristianos buscan a lo largo de su vida y de su evolución moral o espiritual: en definitiva, nosotros les daremos la última palabra: Belén; pero ellos nos precederán para adorar al Señor. Que cada cristiano lo sepa: ¡puede ser precedido por un no cristiano! Fuera de la revelación bíblica y cristiana no existe la palabra final: Belén. Tenerla es un privilegio tremendo, y no lo comunicamos a los otros. No os sorprendáis entonces si el Hijo de Dios, al volver un día sobre la tierra, pasa a nuestro lado y se acerca a los increyentes, simplemente porque lo habrán buscado con sinceridad.
Sí, los cristianos duermen a menudo, mas eso no significa que los otros tengan toda la Verdad. La palabra última se les escapará como a los magos, que simbolizan la evolución de la humanidad en busca de Dios. Necesitarán pasar por Israel, por Jerusalén, y sólo la Iglesia podrá responderles: Belén. Uno aprovechará, el otro no poseerá. Es la extraña dialéctica que aparece en la víspera de Navidad.
Vamos más allá, hasta los tres grupos que, además de María la Madre de Dios y de José, rodean al Cristo naciente: los pastores, los magos y los animales, el buey y el asno.
Los pastores
Los primeros llamados a contemplar al Cristo son los pastores, los hombres analfabetos, simples, naturales, que velan por la noche a causa de sus rebaños. Los primeros capaces de comprender el Advenimiento, la venida del Cristo, son las almas que velan en la simplicidad durante la noche, la noche en todos los sentidos.
El camino más directo y más simple para alcanzar la perfección espiritual, el conocimiento perfecto, y reconocer en el Niño del pesebre al Dios eterno, es guardar de manera estable la vigilancia en medio de todas las noches de la humanidad y de nuestra existencia, de nuestra vida interior y exterior, las noches sin luna de incomprensión de lo que pasa en nosotros: como los pastores, preservar sin querer entender todo. Esta vigilancia es velar en la oración aún si eso parece infructuoso. Eso es el camino más corto.
Los magos
El otro camino es el de los magos, el viaje espiritual, la ruta inmensa, esta caravana que vemos representada en las estampas, que avanza sobre camellos a través de los desiertos y los países lejanos, este itinerario de toda una vida, nuestra vida y también la de generaciones y generaciones.
El alma que busca, cava, empieza un camino espiritual, iniciático; si no encuentra lo que busca es por haberse detenido a medio camino, sin seguir hasta el fin.
La humanidad entera llegará al Cristo por la evolución lenta si -como decía un misionero que conocí cuando tenía doce años- tiene “la simplicidad de los pastores o la perseverancia de los magos”. El camino de los magos es el viaje sin descanso. La verdadera cultura no se detiene jamás. Sed vigilantes y contemplativos como los pastores; pero si entráis en la búsqueda, la menor satisfacción será vuestra muerte, y no veréis revelarse el Sol de Cristo.
Los que trabajan
¿Y los animales, el buey y el asno?
Los Evangelios no hablan de ellos; están en la Tradición, en Isaías (1,3) y en otros profetas. Representan, sin ninguna duda, a los animales, pero también a nuestra humanidad. ¿Qué los caracteriza? Son seres de trabajo, siervos del hombre: el asno que debe cargarse aún cuando está cansado, el buey que perdió hasta la posibilidad de ser un animal normal, ni macho ni hembra, disminuido para servir al hombre.
Entonces, el tercer grupo que vemos junto al Cristo es el grupo de las almas desprovistas quizás de evolución espiritual, más animales que otra cosa, las almas que en esta vida trabajan y sufren por su familia, por ellas mismas, por la humanidad. Estas también serán introducidas misteriosamente en la gruta donde viene al mundo el Dios eterno. Respetad a estas gentes de labor; su destino es penoso y, a pesar de todo, su fin está cerca del Señor.
Son los tres tipos de hombres que adorarán al Cristo.
Los que no tienen ni la simplicidad ni la ciencia verdadera, ni la labor paciente y animal, los otros, los habitantes de Jerusalén y Belén, todos los seres dotados de conocimientos magníficos, dormirán como troncos.
También dormimos nosotros, si no pertenecemos, de una manera u otra, a uno de estos tres tipos.
Tenemos que elegir entre los dos primeros --el tercero se soporta, no se elige--: buscar con los magos, viajar sin pausa con ellos, o velar en la noche, simples como niños.

AMÉN



domingo, 21 de diciembre de 2014

NAVIDAD

(Bert Hellinger)

Navidad significa “una noche consagrada”. ¿Consagrada por quién? Una noche que dios nos consagra a nosotros y nosotros le consagramos a él. Según la tradición bíblica, en esa noche dios les trajo a los hombres la paz, paz para los hombres que eran de su agrado, agrado que él siente por todos los hombres.
Sentimos esa paz en nuestros recuerdos de la primera navidad, pues ella nos acerca en el amor a muchas personas cuyos caminos tal vez fueron distintos a los nuestros. En Navidad renovamos nuestro agrado por ellos, porque recordamos que dios siente por todas las personas el mismo agrado, ese agrado que a todos les trae paz.
¿A quién le trae paz especialmente la Navidad? A los padres y a sus hijos, pues en el centro de la Navidad yace un pesebre con un niño recién nacido. Por él sienten los padres agrado, como dios siente agrado por todos nosotros.
En los hijos los padres se experimentan profundamente uno con ellos mismos. En ellos los padres son indivisiblemente uno, incluso por encima de su propia vida personal. En ellos los padres viven unidos y así continúan en la próxima vida.
Entonces ¿al servicio de quién está en Navidad la paz de dios? Al servicio de la vida y del amor que engendra nueva vida. Esa paz también sirve a nuestra vida personal si en esa noche la tomamos de la mano y en toda su abundancia la llevamos a nuestro corazón, otra vez nueva, y con ella servimos a muchas otras personas y también a sus vidas.
Por un lado esa paz nos es regalada. Por el otro, nos recuerda nuestros compromisos, nuestros compromisos con el amor.
Ese compromiso nos resulta fácil en Navidad pues se trata de un tiempo festivo en el cual a muchas personas desde el fondo de nuestro corazón le regalamos nuestro amor, algo que a ellos los llena de dicha.
Después de Navidad el recuerdo de ese amor nos lleva a través de muchos inconvenientes que amenazan con desunirnos y nos transporta hasta la próxima paz y el próximo amor. Con ese amor honramos cada día a dios, igual que en Navidad – así en el cielo como en la tierra.




miércoles, 17 de diciembre de 2014

Taller especial de Meditación y Diksha

Este sábado 20 de diciembre de 16 a 19 hs te espero en un taller especial "Despertar del Corazón".
 Comunicate al teléfono 15 4 163 0769 o a karinanovillo@gmail.com



miércoles, 10 de diciembre de 2014

CRISIS: oportunidad para el éxito

  Existe una ley que dirige toda nuestra vida: la ley del equilibrio y, en particular, la ley del equilibrio entre el dar y el recibir.
A un buen dar le corresponde un buen recibir. Al dar le llamamos trabajar, al buen recibir le llamamos éxito.
Cuando empezamos a darnos cuenta que los resultados que esperamos no llegan es cuando entramos en crisis.
Una crisis, pues, se declara cuando algo del pasado interfiere en el ir hacia delante. Por ello toda crisis es oportunidad de liberación y cambio. Más aun, ¿es posible prosperar sin estar constantemente empujado por una crisis o por la necesidad de actualizarme?
Una crisis es crisis de valores.
La moral, la fidelidad a nuestros valores y principios son siempre un movimiento hacia la muerte, un ir hacia menos, porque nos alejan de los que no lo comparten y sobretodo porque nos hacen sentir mejor que ellos, con lo que les despreciamos y en el fondo estamos deseando que desaparezcan – “todo sería mucho más fácil si… si todos fueran como yo”. Nuestros valores matan el amor en nosotros. Son armas mortíferas. Y son puro vínculo al pasado, impiden el cambio, la creatividad o la adaptación al presente.
Los valores son grandes lealtades al pasado, gracias a ellos la vida ha podido repetirse de generación en generación, igual a sí misma. Cada vez que hacemos algo bien, solemos repetirlo y nos vamos forjando justificaciones, principios y normas para que nos siga funcionando igual de bien, olvidando que la base del éxito anterior fue la perfecta adecuación nuestra al Presente y sus necesidades.
Cuando nuestros valores y hábitos nos llevan al borde de la muerte, estalla la crisis como única solución de supervivencia, obligándonos a ver estas fidelidades para soltarlas.
Nacemos fusionados con la moral familiar. Esta última dirige todas las emociones y actos del niño sin que tenga la menor libertad o posibilidad de darse cuenta.
Al crecer, empezamos a adherir conscientemente a una de las morales familiares, constituyéndonos una escala consciente de valores. Al crecer más todavía, sólo algunos consiguen abandonar estos valores, abriéndose al presente, a la creatividad y a todos los seres como son, cada uno con su peculiaridad, ni mejor ni peor.
Los valores, tanto explícitos como implícitos, mal que nos pese, nacen a consecuencia de un mito familiar o social creado por un ancestro con poder, necesitado de ocultar un daño. Ese ancestro es un perpetrador con cara de santo que con su poder impuso y transmitió una declaración que le protegía (los vagos son despreciables, p. ej. para eludir su responsabilidad en la muerte de unos trabajadores a los que no quiso pagar lo debido) declaración que las generaciones siguientes van a seguir ciegamente por respeto al ancestro tan “merecedor”.
Y cuanto más fiel estamos a un principio, más atados estamos a ese pasado, a ese perpetrador con cara de santo, más inadaptados para el presente.
Nacemos en el mar de los valores y todo crecimiento significa salir de este baño paralizante.
Entonces, llega un momento en que nos damos cuenta del desfase entre lo que hubo y lo que hay, nos sentimos instatisfechos, vemos que la vida nos llama, que los proyectos, los anhelos y el cambio se vislumbran y deseamos con todas nuestras fuerzas que el cambio, nuestro futuro, se inserte en nuestro hoy.
La fuerza de este deseo felizmente va a provocar la crisis: me doy cuenta de que el cambio no viene hacia mí, sino de que tengo que ir hacia él. Los valores son inamovibles, anclados en el pasado, no se pueden mover y tendremos que ir solos al cambio, despojados de las creencias y valores que hemos ido acumulando en nuestra última etapa. El cambio no es compatible con los valores. Nos toca elegir y soltar. O los valores o el cambio.
Ese es el papel de toda crisis, provocar el darnos cuenta del desfase de nuestros valores y hábitos.
Todo es energía, somos energía. Pero la energía no tiene un flujo continuo, sólo se dispara cuando una fase negativa se iguala con una fase positiva y viceversa. Somos un campo de energía que funciona como el imán en forma de U. Este imán tiene una rama con carga positiva y otra con carga negativa y gracias a esas dos polaridades existe el campo magnético del imán. En nuestras vidas ocurre lo mismo. Estamos en la fuerza, somos energía cada vez que equilibramos la luz con la sombra. Nuestra sombra es tan necesaria y beneficiosa como nuestra luz.
Y ¿Cómo las equilibramos? Uniéndolas. Diciéndoles sí a ambas, mientras las vivimos. Me responsabilizo de mi alegría a pesar de las desgracias. Tomo mi sombra en mi corazón. Le doy las gracias por estar aquí. Acepto aprender algo de ella.
Nos cargamos de energía cada vez que decimos Sí, y más todavía cuando llegamos a decir Gracias. ¿Sí y gracias a qué? A la vida como es. Agradecer a la vida como es, con su carga y su dolor, lo transforma todo. La carga y el dolor devienen oportunidades de servir y crecer, la vida se hace más fácil, pues va a empezar a agradecernos nuestra entrega, se va a ir asomando el éxito. Al decir sí y gracias a la vida como es entramos en una dimensión espiritual, quiero decir en una dimensión en que nos abandonamos al movimiento del espíritu, permitimos que él dirija nuestras vidas.
En la crisis el movimiento del espíritu se despliega, prodigando su fuerza y su amor al que quiere ver y cambiar.
Éxito, ¿Qué significa?
Si nos aferramos al éxito conseguido, o si sólo nos interesamos por el éxito anhelado, nos estamos olvidando de la primera parte de la ecuación, el dar, y el éxito se escurre de nuestras manos o no llega nunca.
Nuestro agradecimiento a la vida cómo es nos impulsa a servirla con todas nuestras fuerzas, capacidades y amor. “El trabajo es la vida en acción. Vivir es estar al servicio, vivir es trabajar, pues trabajar es ponerse activamente al servicio. Trabajamos como vivimos” (Bert Hellinger). Esta es la parte que nos corresponde. Luego el entorno, la sociedad, el mundo nos compensa con su reconocimiento. Si no llega el éxito esperado, no es por culpa de mi jefe, de mis clientes, de los políticos o de quién sabe: el no éxito está en mí.
“Sólo existen dos movimientos: un ir con la vida y un ir hacia la muerte. Lo que no es más es menos. Más va con la vida, menos va hacia la muerte. Lo nuevo, el cambio va con la vida, la rutina va hacia la muerte.
El trabajo crea vida. El trabajo es más.”
El no éxito me dice que no voy con la vida, que no doy lo que podría dar, que algo mío o de mi sistema interfiere con mi capacidad de estar presente y de dar.
Cuando nos abandonamos a lo que hay, a quién somos, tal cual, por ende nos abandonamos a quienes nos hicieron como somos: a nuestros padres. Tomamos incondicionalmente a nuestros padres, tal y como son, con amor y agradecimiento haya pasado lo que haya pasado.
En cuanto decimos sí a lo que hay, renunciamos a nuestros valores, a nuestras ilusiones, al futuro programado que habíamos soñado con una sarta de imágenes del pasado. Entonces sí que avanzamos hacia más, hacia la vida como es y, sin darnos cuenta, se acerca el éxito. El éxito, como todo, necesitará nuestro sí y gracias, pero si caemos en la tentación de aferrarnos a él, adios éxito… lo nuestro es aferrarnos al cambio, al trabajar y al sí.
En Sistémica observamos que los accidentes, crisis, enfermedades o traspiés de todo tipo tienen una función muy clara: la de mostrar algo que necesita ser tenido en cuenta. Más aún, el sistema ha llegado hasta tal punto de desequilibrio que no permitirá que ningún individuo siga con su vida individual sin antes haber integrado ese “algo”.
Las dificultades nacen con el propósito de poner énfasis sobre algo inconcluso, algo no asumido tanto por cada persona involucrada en el conflicto como por sus sistemas familiares.
La crisis sirve de espejo retrovisor de una situación que nos es difícil reconocer y por ello queda inconclusa.
Toda crisis no resuelta se presenta una y otra vez, cada vez de modo más agudo, hasta conseguir el cambio que el sistema está necesitando. Y este objetivo puede tardar generaciones en lograrse…
Otro elemento fundamental de reflexión es esta realidad: todo individuo está primero al servicio de su especie, el destino de la especie prima sobre el destino del individuo. ¿Qué consecuencias tiene esto para nosotros hoy?
La Crisis actual, la Crisis global es también una crisis de valores al servicio del crecimiento de la humanidad entera. Pide ser vista y honrada como la necesidad prioritaria de cada ser humano hoy.
Repito lo dicho anteriormente, para aplicarlo a la Crisis: cuando nuestros valores nos llevan al borde de la muerte, estalla la crisis como única solución de supervivencia, obligándonos a ver estas fidelidades para soltarlas. Es la supervivencia de la humanidad lo que está en juego.
Primero nos debemos sentir participes de esta Crisis, ni tenerle miedo ni negarla, sino mirarla con respeto, cómo enviada del espíritu. Y empezar a fluir con ella, con el cambio de paradigma, con la vida distinta – ni mejor ni peor – distinta, con el Sí y el gracias. Entonces podremos dedicarnos a nuestra vida individual, también desde el sí y las gracias, caminando activamente hacia el cambio interior. Este caminar hacia más vida produce resultados cada vez más rápidos, por no decir inmediatos. Nuevas puertas se abren. La alegría, la realización, las oportunidades, el reconocimiento, la abundancia entran a raudales nada más abrirnos al cambio.
¡Adelante!
¡Que seáis felices!
 Publicado en Universo Holístico, noviembre 2009
Brigitte Champetier de Ribes

domingo, 7 de diciembre de 2014

La EXPECTATIVA

Bert Hellinger

"La expectativa cesa cuando nos mantenemos en el instante. Porque todo lo que nosotros anhelamos está más allá del instante. La expectativa evita que podamos mantenernos en el instante. Mediante la expectativa, lo perdemos. Ante todo perdemos lo que nos obsequia el instante. Él nos regala más de lo que esperamos, porque lo que nos ofrece el instante, eso lo tenemos y lo tenemos con seguridad.
Muchas expectativas están llenas de regocijo. Al mismo tiempo vienen acompañadas por el temor, si es que se van a cumplir -si es que se van a cunplir de acuerdo a nuestros anhelos-. Tanto este regocijo, como este temor, nos paralizan. Evitan que nos abramos en todos los aspectos a aquello que viene tal y como viene. La expectativa nos determina en nuestros conceptos, de lo que viene y de aquello a lo que nosotros nos hemos dispuesto.
Si nos mantenemos en el instante, tenemos lo ahora posible, ahora -y lo tenemos completamente-. En el instante, estamos abiertos sobre todo a las sorpresas y al siguiente hacer que toca. Solo en el instante se muestra lo uno y lo otro. Solo en el instante estamos abiertos y listos para ambos.
¿A qué esperamos entonces? Solo al siguiente instante. Solo él continúa y  nos lleva consigo. Él es aquello que podemos esperar con seguridad. ¿Cómo esperarlo? Recogidos y serenos -para él preparados y dispuestos."


jueves, 4 de diciembre de 2014

Charla informativa sobre Constelaciones Familiares


(Actividad no arancelada)


¿Qué es una constelación?

¿Para qué sirve?

¿En qué me puede ayudar?

¿En qué consiste un taller de constelaciones?

¿Las constelaciones son compatibles con otras terapias?

¿Se puede constelar por otra persona?

¿Los niños pueden constelar?

¿Qué tema elijo? 

 ¿Es necesario algún requisito para constelar?

¿Cada cuánto se puede constelar?

¿Cómo es el proceso después de una constelación?

¿Hay que ser creyente para constelar?

Y todo aquello que desees conocer y preguntar.

¡Te espero!

COORDENADAS

Miércoles 10 de diciembre

de 19 a 20:30 hs aprox.

San Telmo

Confirmar asistencia
karinanovillo@gmail.com

tel 15 4 163 0769

Karina Novillo (Consteladora certificada  por el Centro Latinoamericano de Constelaciones Familiares)


Aviso importante: NO es requisito asistir a la charla para participar del taller del sábado 13.