(Bert Hellinger)
Los hombres matan para defender su Verdad, eliminando a los que
la critican, desprecian o ponen en riesgo su seguridad externa (la
validez de su grupo) e interna (su buena conciencia). La Verdad de unos
es el Mal de los otros.
La guerra no es más que la materialización de nuestro miedo
interno a ser autónomos, pues la autonomía supone renunciar a esta
pertenencia y a esta seguridad física y moral. Es la materialización de
nuestra fidelidad infantil y fundamentalista a una Verdad que nos ayudó a
integrarnos, a pertenecer, a vernos reconocidos por otros y sentirnos
importantes.
Ya es hora de despedirnos de la superioridad de nuestra verdad.
No existen dos seres humanos que crean exactamente en lo mismo. Por ello
nos cuesta tanto aceptar profundamente a cualquier otra persona.
Renuncio a que mi explicación de la vida sea la única válida:
es fruto de mi pasado y si hubiese nacido en otro país u otra época mi
desarrollo habría sido distinto y mi creencia sobre la vida, el mundo,
la justicia, el bien y el mal también.
Todo lo que existe crea su contrario, todo existe por polaridad,
hasta que los polos se fusionen, se reconcilien, creando una nueva
unidad, superior a las dos anteriores, que a su vez creará una nueva
polaridad…
Cuando rechazo o niego algo, y sólo me agarro a mi polaridad, lo
que rechazo aumenta. Cuanto más me radicalizo, más se radicaliza lo
opuesto. Es ley de vida. La única solución para que algo desaparezca, es
incluirlo. La solución a la guerra es incluir, incluir e incluir.